Este artículo, escrito hace ya varios años, presenta algunos hitos y descripciones sobre lo que fue el hermetismo como movimiento espiritual grecoegipcio, su importancia histórica y algunos detalles más «internos» sobre su naturaleza. Sirvió, en parte, como guion para un podcast de Sendero a la Nada que publicamos en 2019:
¿Qué es el hermetismo?
Para comenzar, ¿qué podemos definir como hermetismo? Si lo definimos desde una perspectiva histórica, el hermetismo es un movimiento mistérico, filosófico y religioso que aproximadamente nace en el siglo I a.C., o incluso antes, y su margen territorial fue el Egipto Helénico, en la época de esplendor de Alejandría. Otra acepción de hermetismo es el conjunto de sabidurías que permiten al ser humano acceder a las realidades espirituales, lo cual le llevará a una radical transformación interior, a lo que se conoce como Despertar de la Conciencia.
Primeramente, vamos a abordar históricamente la cuestión del Hermetismo porque nos permitirá contextualizar el término, y al conocer su origen y trayectoria nos será más sencillo comprender qué es el hermetismo en sí.
El hermetismo nace aproximadamente en el siglo I a.C. en Egipto, en la época helenística. Siglos atrás, Alejandro Magno había conquistado Egipto —y medio mundo antiguo— y para la cultura griega se produjo un cambio muy importante a la hora de entender el mundo y vivir en él. De la época griega de las ciudades-estado, en la que el individuo que no tenía sentido de estado no era un buen ciudadano —de ahí viene la palabra idiota— pasaríamos a una época en la que los griegos gozan conceptualmente de una mayor individualidad, en el sentido de que ya no eran solamente una parte del engranaje de la ciudad, sino que también son personas que pueden buscar la felicidad, el bienestar, etc., más allá de servir a los fines sociales. Como ejemplo tenemos las corrientes filosóficas de los epicúreos y los estoicos.
Una de las características que convirtió a Alejandría en la capital de la sabiduría del mundo antiguo fue su diversidad religiosa, científica y filosófica, y la interrelación de movimientos filosóficos y religiosos era algo común. Fue en Alejandría donde se produciría la primera traducción del Antiguo Testamento, la llamada Septuaginta, al griego. Esto fue un hito en la historia hebrea, sobre todo si tenemos en cuenta que el griego de la época helenística, la koiné o lengua común, se hablaba en todo el Mediterráneo e incluso en algunas zonas de la India, con lo cual fue en ese periodo cuando la Torá se abrió al mundo. Respecto a la koiné, podría decirse que era la lingua franca o lengua vehicular de la época, como lo fue también el latín o ahora el inglés.
Un punto interesante, como veremos luego, es que se recreó una rica interrelación entre movimientos filosóficos, mistéricos y religiosos. Por ejemplo, Filón de Alejandría, uno de los primeros hermeneutas del simbolismo de la Torá, se ganó la simpatía de los cristianos. Los cristianos gnósticos y el culto hermético se retroalimentaron, y ambos también se nutrieron de los conocimientos de la filosofía griega o en el mal llamado neoplatonismo, siendo este vital en la historia de Occidente, que aún sigue siendo el núcleo de muchas enseñanzas de las Tres Religiones.
Y a su vez, muchos de los conocimientos de los griegos, del hermetismo y demás, provienen de la religión egipcia. Y eso sin contar con las influencias, más o menos directas, del budismo, el zoroastrismo y el hinduismo.
Esta apertura de la Alejandría, llevada a cabo, en su inicio, por los Ptolomeos, produjo también la asimilación o la correspondencia por parte de griegos y romanos del panteón egipcio y de sus prácticas, cosa que posteriormente, de forma más velada, hizo el cristianismo. Por ejemplo, Amón se equipara con Zeus, Tat es Hefestos, Horus es Apolo, Osiris es Dionisio, Imhotep es Asclepio y Thoth es Hermes. Y es que lo que conocemos como culto hermético era el culto a una fusión entre Thoth y Hermes mayoritariamente, en una época en la que la religión egipcia estaba prácticamente desapareciendo, hasta que dejó de existir como tal cuando se instaura definitivamente el cristianismo en la cultura mediterránea a partir del siglo IV.
El hermetismo histórico
Bien, ahora que tenemos un poco de contexto histórico, podemos entender que lo que sucedía en Alejandría tenía repercusión en muchas partes del mundo antiguo, y que el hermetismo histórico se desarrolla entre el siglo I a.C hasta el siglo IV de nuestra era.
El Hermetismo era un movimiento que tenía como figura central a Hermes Trimegisto, o Hermes el Tres veces grande; el título de Tres veces grande hace referencia a la grandiosidad de su figura y su grado de iniciación, y también a su función de receptáculo, intérprete y mensajero de la sabiduría divina. A Hermes Trimegisto se le atribuyen una serie de escritos conocidos como Corpus Hermeticum, escritos entre los siglos I a.C. y III d.C. El Corpus Hermeticum es un compendio de escritos sobre medicina, magia, alquimia, filosofía y religiosidad. Sus fuentes principales de inspiración son la sabiduría egipcia, la filosofía griega como el platonismo, algunas trazas del cristianismo —sobre todo gnóstico—, y probablemente algunas trazas de judaísmo. Más tarde hablaremos de los fundamentos teológicos, místicos y sapienciales del hermetismo.
Respecto a la misma figura de Hermes Trimegisto, en ocasiones se ha barajado su posible existencia histórica como el gran maestro que trajo la sabiduría divina al mundo, pero realmente es una figura que aúna los valores, virtudes y sabiduría de los iniciados. Es un arquetipo, el arquetipo de la sabiduría divina entregada a los seres humanos. Para verlo más claramente, veamos de donde surge la figura de Hermes Trimegisto:
Como ya he comentado, Hermes Trimegisto parte de la figura de Tot, el escriba de los dioses, portador de la escritura, de la música, guía de almas. Al ser el escriba de los dioses era el portador de la sabiduría, quien entregaba el mensaje de los dioses a los mortales. Tot tiene cabeza de pájaro ibis. Tradicionalmente las aves representan al Espíritu, y concretamente el ibis tenía una especial significación en la simbología egipcia porque era el pájaro anunciador de las subidas del Nilo, una señal de prosperidad agrícola. Para los egipcios el Nilo era símbolo de vida y renacimiento —y literalmente también—, así que el ibis es el anunciador de la vida en el sentido ontológico del término, un anunciador del despertar, de la venida de lo divino. El simbolismo del ibis se asemeja al del gallo en el cristianismo, que es el anunciador del nuevo día, de la luz del Cristo.
La versión griega de Tot, Hermes, tiene aproximadamente la misma función: Hermes es el mensajero de los dioses, mediador entre lo divino y lo humano. Es guía de caminos —más tarde veremos la etimología de Hermes respecto a esto—, de la interpretación, del conocimiento, patrón de los comerciantes e incluso también, como Tot, tiene la función de dios psicopompo, es decir, de Dios que acompaña a las almas de los muertos hacia el más allá. Curiosamente, aunque Hermes tiene aspecto humano, porta un casco con alas y unas sandalias igualmente aladas. Referencia de nuevo al ave, al Espíritu.
Por tanto, Hermes Trimegisto es el arquetipo de la sabiduría divina que conduce a los seres humanos al Despertar espiritual.
Antes de continuar, haremos notar que esta figura no solamente se encuentra en Egipto o el mundo grecorromano. La figura del mediador que procura el mensaje divino —la sabiduría— se encuentra en otras culturas y religiones. De hecho, Hermes Trimegisto se equipara con el ángel Enoc de los hebreos, el ángel consejero de Iod He Vau He que ayuda a los niños que estudian la Torá. A veces también se le ha querido relacionar con Moisés, ya que es uno de los profetas principales, portador de la sabiduría y guía del pueblo. Algo semejante sucedió con Noé.
En el mundo celta, este papel del sabio que tiene todas las funciones —desde guerrero a poeta— y unificador-mediador de mundos es Lug. También, como el Hermes griego, es patrón de los comerciantes. Como curiosidad, Lug sigue presente en la península ibérica, en Francia y los países nórdicos. La ciudad de Lugo, en Galicia, proviene de él, entre otros pueblos de España. En Francia, la ciudad de Lyon le debe su nombre.
En el Islam, hay dos personajes que se equiparan con Hermes: el profeta Idris y Al Khadir El Verde. Este último es el sabio guía y maestro de aquellos que anhelan el encuentro con Dios y no tienen guía en el plano físico, los llamados afrad o solitarios.
En definitiva, constatamos que el arquetipo de la mediación de la sabiduría divina entregada a los seres humanos es común prácticamente en cualquier cultura y vía de Autoconocimiento. Es una parte del Ser que contiene la sabiduría profunda a la que todos tenemos acceso.
Volvamos ahora al culto hermético. En líneas generales, lo que propone el Corpus Hermeticum es una enseñanza soteriológica, es decir, una enseñanza que nos conduce a la salvación del alma, algo que encontraremos también en el cristianismo y que ya se contemplaba en el orfismo, el pitagorismo y en ciertos aspectos del platonismo.
Según enseña el hermetismo, el alma humana está caída, ha olvidado su origen divino y anda entregado a la materia. Hay una negación a la materia y a los placeres materiales, y se postula la necesidad de apartarse de todos ellos para encontrarse con Dios. Es semejante a las ideas gnósticas, con las que tuvo mucha relación. Por ejemplo, los libros de Nag Hammadi son un conjunto de escritos gnósticos mezclados con textos herméticos y fragmentos de la República de Platón.
Respecto a Dios, encontramos ideas semejantes a las neoplatónicas: la idea del Uno, del Dios trascendente más allá de todo lo que existe, que lo crea todo y se creó a sí mismo, y la idea del Dios inmanente, que puede hallarse en todas partes, o como dice el Corán, «allá donde mires está la faz de Dios». Respecto a esto vemos también una idea próxima al taoísmo, en la que el Tao no puede nombrarse, no puede definirse, pero está en todas partes. En el Corpus Hermeticum se explica una idea muy similar, en la que Dios no se parece a nada, es indefinible, inabarcable, pero siempre presente. A su vez también se habla de la tríada Dios-cosmos-ser humano, aspecto que provocó que algunos autores cristianos dijeran que Hermes fue un anunciador del cristianismo.
También se insta a los iniciados a orar para interrelacionarse con Dios constantemente, a tenerlo presente todo el tiempo. Esta concepción hace referencia constante al conocimiento de las Leyes Universales, ya que implican tanto al Macrocosmos como al microcosmos, y tener una relación espiritual y devocional hacia la Divinidad es capital para volver a su seno.
Las enseñanzas herméticas, como puede verse, fueron más tarde una fuente de inspiración mística, religiosa y filosófica en los siglos venideros para la cultura occidental.
Otra de las características del hermetismo es su carácter universalista, cosa que podemos apreciar al seguir enseñanzas de diferentes lugares y raigambres. Quizá este fue uno de los motivos por los que el hermetismo se convirtió en una palabra para designar las enseñanzas esotéricas universales, lo que se conoce como Filosofía perenne, prisca teologia, camino universal, Tradición primordial, etc. Pero no sólo queda ahí: como veremos más adelante, la palabra y dirección del hermetismo, al ser una determinación de lo divino, de lo sagrado, tuvo una continuidad histórica no como culto, sino como enseñanza, precisamente por su carácter universal que supera al hecho histórico para hablarnos de lo transhistórico o metahistórico, como dirían Louis Massignon y Henry Corbin respectivamente.
Y es que los herméticos o aquellos que tuvieron un contacto muy próximo a ellos, como Zósimo de Panópolis, un alquimista y maestro tradicional, trazan un claro linaje espiritual más allá del tiempo como maestros, reactualizadores y continuadores de esa Tradición Primordial que es la gnosis. Las versiones de este linaje espiritual son varias, pero a grandes rasgos, son mencionados Platón, Pitágoras, Sócrates, Hermes Trimegisto —aunque recordemos que no fue un personaje histórico—, Zoroastro, Plotino, Moisés, Adán, Noé y un largo etcétera. Y este punto, el linaje espiritual metahistórico, puede constatarse: el estudio y la propia experiencia nos ayudan a comprobar que el Conocimiento Universal que ayuda al ser humano a Despertar puede rastrearse. Comprobaremos que se reactualiza, se enriquece, se sigue trabajando y es inagotable.
Cuando el cristianismo se convirtió en la religión dominante, las enseñanzas llamadas paganas y las herejías fueron destruidas, y el hermetismo corrió la misma suerte. Pero sus libros han continuado hasta nuestros días. Esto fue así porque cuando los teólogos cristianos buscaban conocimientos para construir su edificio teológico, algunos quisieron rescatar las enseñanzas antiguas para hallar respuesta a sus dudas filosóficas, religiosas y espirituales. Extraer de Platón y luego de Aristóteles no era mal visto —o no del todo— por el poder eclesiástico, pero recurrir a aquellos que fueron repudiados tajantemente en su momento era algo diferente. Igualmente, las enseñanzas herméticas, y junto a ellas las neoplatónicas e incluso las zoroástricas, continuaron presentes. Siempre hubo algún autor que se servía de aspectos de dicha enseñanza para construir sus postulados.
Cuando los árabes se expandieron por todo el sur del Meditarráneo a partir del siglo VII, bebieron de las fuentes herméticas. Hubo algunos autores islámicos que mencionaban la Tabla Esmeralda, obra atribuida a Hermes Trimegisto en la que supuestamente se encuentra el conocimiento superior que permite al ser humano realizar la Gran Obra. Lo cierto es que el primer escrito conocido como Tabla Esmeralda es un texto en árabe del siglo VIII, al menos por lo que se conoce hasta ahora.
En la Edad Media, la Escuela de Chartres, en el siglo XII, ese siglo tan interesante en cuanto a profusión de movimientos espirituales en las Religiones del Libro, se sirvió una vez más de las fuentes herméticas para sus estudios, sobre todo del libro Asclepio, una de las pocas obras traducidas al latín en aquella época.
La Escuela de Chartres estaba relacionada con la famosa catedral. Era una Escuela en la que se estudiaban todo tipo de temáticas espirituales, teniendo gran repercusión en su época. Esta escuela tuvo acceso a algunos textos herméticos, en parte gracias a Adelardo de Bath, un filósofo y traductor inglés que después de siete años viajando por todo el norte de África y Asia menor tradujo multitud de obras, incluidas algunas herméticas. Así los textos herméticos fueron prosperando, siendo respetados incluso por una figura seminal del cristianismo como es Tomás de Aquino, entre muchos otros. Cabe decir, además, que en las mismas catedrales e iglesias románicas y góticas, el conocimiento universal del símbolo tiene un importante componente hermético.
En el Renacimiento se tradujeron más obras herméticas, y autores como el sacerdote católico y filósofo Marsilio Ficino y el filósofo Pico de la Mirandola, comentaron y usaron los textos herméticos como fuentes. Incluso llegó a proponerse que el Corpus Hermeticum se considerara texto sagrado.
Y más tarde, al final de la Edad Moderna y al comienzo de la Edad Contemporánea, es decir, a partir de la Revolución francesa, la Masonería, el Rosacrucismo y órdenes similares se atribuyen, en ocasiones con más acierto y otras quizá con menos, la pertenencia al linaje espiritual y continuadores de las enseñanzas herméticas. En esta época es cuando la palabra Hermetismo toma diversos carices y se usa para hacer referencia a varias cosas, como por ejemplo a estas mismas órdenes secretas —hoy en día muchas de ellas muy públicas—, y también para denominar al conocimiento de la Tradición Primordial.
Este ha sido un brevísimo repaso histórico del hermetismo. Veamos ahora, en sí, y a modo de introducción, qué es el hermetismo.
Hermes, Hermetismo y Hermenéutica
Cuando he definido al dios griego Hermes, he comentado que es un dios con muchas facetas, y una de ellas es ser el mensajero de los dioses y guía de caminos. Veamos la etimología de Hermes para ahondar más en ello.
Al término Hermes se le atribuyen dos significados. Uno de ellos es la palabra herma-hérmax. Esta pieza era una señalización de piedra con un busto de Hermes y un miembro viril, y se utilizaba para marcar un cruce de caminos y guiar y proteger a los viajeros. Recordemos además que el falo ha sido en algunas culturas tradicionales símbolo de protección y fertilidad. El hérmax es, entonces, una marca en el camino que nos indica el trayecto a seguir y nos protege durante el recorrido.
Otro significado etimológico de Hermes puede ser hermeneia-hermeneus, es decir interpretación en griego. Como vemos, ambas etimologías nos hablan de los atributos de Hermes. Como mensajero de los dioses, ha de recibir un mensaje, interpretarlo y entregarlo a los humanos. Eso implica, a su vez, guiarlos en su camino, que implica protegerlos. Su función, entonces, es angélica, recordando que ángel significa mensajero.
Sirviéndonos de la síntesis que hace José Antonio Antón Pacheco en su obra Los testigos del instante, libro que recomendamos y que hemos utilizado para este podcast, dice lo siguiente:
Las características principales que toma ese hermetismo generalizado las podemos resumir así:
1. Sistema universal de correspondencias por el que la totalidad se refleja en lo particular, y lo particular se convierte en una contracción de la Unidad.
2. Transitividad simbólica: la interpretación de un símbolo nos conduce a otro y así hasta constituirse una red de significaciones que une todo lo real.
3. Tradición o cadena iniciática, en la que Hermes Trimegisto es un eslabón privilegiado. En conexión con esta idea se encuentran las nociones de prisca theologia o philosophia perennis.
4. Transparencia del lenguaje y de las imágenes del mundo. (La interpretación es una apertura, darle forma a lo espiritual).
Vemos que Antón Pacheco insiste en la interpretación del símbolo durante su descripción. Y es que en el hermetismo el símbolo toma un papel crucial, porque el símbolo es una mediación entre lo humano y lo divino, como ya hemos visto en otras ocasiones. El símbolo es presencia espiritual, creando una paradoja curiosa: el símbolo es una forma que limita los contenidos espirituales, es un velo que esconde lo Real, pero ese velo nos permite acercarnos a vislumbrar la silueta de lo divino. Es como un puente. El puente une porque conecta orillas, pero a la par separa porque distancia esas orillas.
¿Y cuál es el método, herramienta y experiencia transformadora de la interpretación simbólica? La hermenéutica espiritual, es decir, la interpretación espiritual.
La hermenéutica espiritual del símbolo no consta en sí misma de un método exacto para comprender los entresijos esotéricos de un símbolo o un Libro Sagrado. Sí encontramos, y es útil, una metodología concreta en la cábala hebrea o árabe, pero aun así, la auténtica hermenéutica espiritual guarda relación con la experiencia interior del sujeto, su participación consciente y comprometida con lo sagrado. La hermenéutica espiritual, la capacidad creativa en el sentido ontológico del término, solamente es posible para quien tiene anhelo espiritual y trabaja sobre sí mismo.
Los textos herméticos y más tarde las corrientes esotéricas de las Religiones del Libro, es decir, el cristianismo esotérico, el sufismo y la cábala, se fundamentan en la interpretación interior, invisible a los ojos mundanos, ya no sólo del Libro Sagrado, sino de la Realidad misma.
En el Corpus Hermeticum se relata que la función del ser humano es contemplar y conocer la obra de Dios, lo que significa el conocimiento y participación, que es interpretación, porque la interpretación espiritual es transformadora, con el todo, el ver a Dios en todo lugar y momento, pues sólo se percibe a la Divinidad desde la Divinidad.
Esto se logra con el Autoconocimiento, pues, como dice otro hadiz, «quien se conoce a sí mismo conoce a su Señor», que no hace referencia al Dios Absoluto, sino al Ser, a la teofanía o plasmación de lo divino en lo humano, es decir, la Conciencia despierta. Como decía Ibn Arabi, el ser humano está aquí para que interprete, ya que el significado último de todo está más allá de lo que ven nuestros ojos físicos y psicológicos.
Aun así, es necesario el estudio y aprehensión de las interpretaciones espirituales de aquellos que nos precedieron, los que pertenecen a la Tradición, el linaje espiritual compuesto por los Maestros iniciados que legaron su conocimiento a la humanidad.
Esto, extrapolado al tema que estamos tratando, es lo que el filósofo Hans Georg Gadamer designó como fusión de horizontes. En el caso que nos ocupa, uno de los horizontes es todo el legado de Conocimiento o Gnosis proveniente de la Tradición. Cuando nos imbuimos de forma práctica y comprometida con ese Conocimiento, aprendemos a interpretar el símbolo y, por tanto, lo Real, de forma espiritual. Además, en el infinito dinamismo de la Creación, todo se reactualiza a cada instante, y eso significa que uno mismo, siendo el otro horizonte particular, pueda fusionarse con ése otro horizonte que es la Tradición, formando parte del linaje espiritual y continuar con la letra viva, el conocimiento vivo.
Por eso Hermes, tal y como se entendió en parte en el cristianismo, es el Logos, la Palabra, pues todo es Palabra en el sentido profundo del término. La Palabra o Logos es el acto creativo que permite que todo pueda manifestarse. El Logos como vehículo de lo divino en la Creación. Por eso el Cristo es Logos.
En el plano humano, microcósmico, estaríamos hablando, una vez más, del trabajo sobre uno mismo, la construcción del Alma y el desarrollo de las virtudes y capacidades espirituales que nos llevan al Despertar de la Conciencia, para ser vehículos asistentes de lo divino en lo humano. Y uno de los valores fundamentales es el amor consciente, el darse a los otros, la profunda participación en la Unidad Múltiple Perfecta en la que todos vivimos.
Para profundizar en este tema hay muchos libros. Nosotros recomendamos El Hermetismo: Identidad e historia de un culto misteriosófico, de Francisco García Bazán, uno de los estudiosos más importantes, y dos libros de José Antonio Antón Pacheco: Los testigos del instante: ensayos de hermenéutica comparada, y El Hermetismo cristiano y las transformaciones del Logos. Hay muchos más, y os invitamos a que dejéis un comentario si conocéis libros interesantes al respecto para que todos podamos enriquecernos.