El siguiente artículo es una transcripción corregida de nuestro podcast Sendero a la Nada 225: ¿Qué es la Tradición Primordial?
«Quien asesora su propia alma debe investigar a lo largo de su vida todas las doctrinas que tratan de Dios, debe aprender con qué fundamento cada poseedor de una doctrina afirma la validez de esta.
Una vez que su validez le ha sido afirmada en la modalidad específica en que es correcta para quien la mantiene, ha de apoyarla con respecto a quien cree en ella.» -Ibn Arabi, Las Iluminaciones de la Meca
Estas palabras tan interesantes de Ibn Arabi, escritas en su obra las iluminaciones de la Meca, da buena cuenta, y estamos hablando aquí de los siglos XII y XIII, que fue cuando él vivió, de la necesidad de profundizar en las diferentes tradiciones espirituales y ver su validez a nivel tradicional, a nivel espiritual.
Y esto lo podemos engarzar, y nunca mejor dicho, con unas palabras de su libro Los engarces de las Sabidurías, otro texto muy importante de Ibn Arabi, que dice lo siguiente:
«Cuídate de delimitarte por un nudo [enseñanza] específico y perder la fe en todo lo demás, para que no se te escapen grandes bienes.
Sé en ti mismo materia para las formas de todas las creencias, pues Dios es demasiado extenso y tremendo como para que los restrinjas con un nudo en lugar de con otro.»
Es correcto que uno participe de una tradición espiritual y que su vía esté dentro de una tradición enmarcada y con un bagaje, con una historia, siempre que sea desde el plano esotérico, desde el plano de la intimidad, de la esencia de cualquier tradición espiritual. Evidentemente te das cuenta con el paso del tiempo que tú profundizas en una tradición porque es lo que te ha tocado, por afinidades, por diferentes razones que ahora no vienen al caso, pero cuando se profundiza lo suficiente nos damos cuenta de que estos dos maravillosos párrafos lo dicen de una forma muy concreta, muy clara: Dios es demasiado extenso y tremendo como para que lo restrinjas con un nudo en lugar de con otro.
Esta es la Presencia; no es que esté en todas partes, es que todo lo es.
Entonces se manifiesta, se formaliza de diferentes maneras según las necesidades de los tiempos, las necesidades de aquellos que están practicando esa tradición y por otros motivos que seguramente se nos escapan.
¿Qué es la Tradición Primordial?
Lo hemos definido en varias ocasiones definiendo qué es la Gnosis, qué es el Conocimiento con mayúsculas, qué es la Sabiduría y por tanto qué es la Tradición Filosofía Perenne o Religio Perennis, Tradición Primordial, tiene muchos nombres.
Cuando se habla de la esencialidad, de lo que es el conocimiento espiritual, de lo que es la sabiduría, cuando se habla de esto estamos yendo a lo más esencial, aquello que proviene directamente del Espíritu, que es una emanación del Espíritu.
Hay millones de definiciones, desde siempre las ha habido. Aunque se enmarque dentro de una religión en concreto, cuando se define la religión perenne, una cadena áurea, una cadena iniciática, la silsila, como también se dice en el sufismo, que significa cadena, la Tradición Primordial, la Filosofía Perenne, la Gnosis, Marifa también, que también se enmarca dentro del sufismo, Cábala, que además Cábala también tiene una connotación de tradición y de recepción.
Siempre se ha hablado de un conocimiento primordial, de que sólo hay una única tradición porque proviene de la Divinidad. Es la formalización, la Revelación de aquella verdad esencial que se ha manifestado de diferentes maneras.
Esto no es únicamente en el caso de las religiones occidentales, sino que suele suceder porque una tradición seria es una renovación de lo que había antes y, aunque siga lo anterior, de alguna forma le puede afectar positivamente, puesto que se da una reactualización de la tradición anterior, una retroalimentación.
Los más ortodoxos no lo reconocerían. También hay cierta costumbre de querer ubicar un origen espaciotemporal a esta cuestión, de si fue en un lugar o fue en otro donde se inicia el conocimiento.
Por ejemplo, en el ocultismo decimonónico, algo ya obsoleto, también el de primeros del siglo XX, se extiende la idea de ubicar el conocimiento en Oriente, yéndose (metafóricamente) allá, al Tíbet, a la India, o se van directamente a Egipto, como si ahí estuviera el origen de todo.
Y no es exactamente así. Sí que es cierto que ciertos hilos tradicionales, ciertas ideas o herencias sí que hacen perdurar el Conocimiento, algunas tradiciones más que otras, es lógico.
Pero al mismo tiempo, en realidad es algo que florece cuando es necesario, aunque no sepamos el porqué y el cómo. Eso ya queda en parte en el Misterio, menos por los que reciben ese conocimiento directo o lo hacen aflorar.
Para explicar esto es necesario primeramente definir lo que es la Tradición.
Cuando hablamos de Tradición hay que entender en primer lugar que, al ser los seres humanos y realmente todo cuanto existe, teofanía, al ser un despliegue del Espíritu, tomando una forma, concreción, significación y demás, somos esencialmente de naturaleza espiritual, somos conciencia, somos alma, somos todo eso, más allá de únicamente una personalidad o un cuerpo físico.
Por ser nuestra naturaleza espiritual, esencialmente espiritual, en nuestro proceso de manifestación ya viene con nosotros el afloramiento de la Realidad con mayúsculas, aunque se formalice de diferentes maneras. Eso ya lo llevamos dentro, no es algo lejano a nosotros, no estamos separados de eso, somos eso.
Hay ciertos individuos, por diferentes razones, como decía antes, que han hecho aflorar esa sabiduría, esa cadena iniciática, han sido continuadores.
Hay que diferenciar las cosas, porque las religiones tienen muchísimo de humano, la historia nos lo confirma. Pero al mismo tiempo, en su pura esencialidad, en la parte más esencial, que quizá pocos captan o han podido captar, las religiones también contienen presencia espiritual, o las filosofías o vías espirituales más serias contienen cierto peso, tienen presencia en sí. En todas las épocas, incluso en momentos de gran dificultad, han aparecido individuos o grupos que han reactualizado la sabiduría, que es el conocimiento esencial de las verdades divinas.
Las formas en las que se expresa el conocimiento espiritual se adaptan a las necesidades de los tiempos, pues siempre hay reactualizaciones, siempre aparecen formas, vamos a decir, novedosas.
Ahora está como más vigente una especie de ecumenismo entre tradiciones a nivel más esotérico, que no a nivel más oficial, sino en lo esencial y en lo universal.
Hay individuos como un René Guénon, un Frithjof Schuon, Patrick Laude, Titus Burckhardt, etc., son pioneros en este tema del perennialismo tal y como ahora se entiende. Casi todos ellos, aunque practicaran su propia religiosidad, estando dentro de una tradición espiritual (habitualmente el sufismo por razones de contexto histórico), al mismo tiempo nos han intentado dar a entender la universalidad de las tradiciones espirituales.
¿Entonces, de dónde surge este conocimiento?
La pregunta sería esta, cuyos fundamentos son destacables en todas las tradiciones espirituales, aunque muchas de ellas ni siquiera tuvieran contacto físico.
Hay mucho estudio de religión comparada donde hay elementos que podemos detectar que son iguales y sí, podemos hacer, si queremos, un rastreo histórico. A veces podremos encontrar ese nexo común a nivel histórico y, por tanto, donde ha podido haber cierto intercambio, pero en otros casos no. ¿Y por qué? ¿Qué ha sucedido ahí?
Creo que la respuesta es sencilla. Dentro de lo que son los parámetros, vamos a decir, tradicionales, esto viene de la conexión despierta con el Espíritu y sus contenidos. Nosotros aprehendemos aquellos contenidos cuando empezamos una vía espiritual. Vamos reconociendo, integrando, comprendiendo, experimentando, siendo los Contenidos Universales del Espíritu. Y entonces eso es esencial a todos.
Siempre he utilizado una analogía que a mí me parece muy interesante, seguramente que se ha utilizado en más ocasiones.
Una tradición es un legado que se entrega para ser preservado, por un lado, y no tiene por qué ser únicamente humana esta entrega, sino que incluso cuando se habla de Revelación, de entrega, la Divinidad entrega un conocimiento, pero no es un conocimiento formal, intelectual, mental, como se puede uno imaginar cuando hablamos de sabiduría o conocimiento. Es un conocimiento con otra raigambre, evidentemente, que es el Espíritu.
Entonces es un conocimiento directo, un conocimiento que es un estar, es ser. Tiene otro tipo de connotaciones, como vamos a ver pronto.
Cuando hablamos de la palabra tradición es una recepción, es un dar y recibir, es un conocimiento recibido y entregado continuamente por el Espíritu, por el Ser con mayúsculas.
Y esto también lo digo y lo remarco por lo que he comentado antes, que a veces en órdenes ocultistas y en algunas creencias que se salen, digamos, de lo que es el discurso, por ejemplo, de las religiones, entre comillas «oficiales», como que es algo histórico que o nace de un lugar determinado o también otra que he escuchado en varias ocasiones, precisamente de órdenes ocultistas o venidas de ahí, que el conocimiento es como si fuese una antorcha que se ha ido pasando, que siempre ha habido unos individuos, como una orden secreta, que se ha ido paseando históricamente por muchos lugares repartiendo ese conocimiento. Discrepo muchísimo de esta creencia.
Evidentemente, siempre han aparecido individuos que han traído un conocimiento renovador, que han traído una profundización, una sabiduría increíble. Pero no ha surgido porque haya una serie de humanos que forman una orden secreta, como por ejemplo menciona René Guénon en su libro El rey del mundo y en libros parecidos donde hablan de Agharti o de un lugar secreto donde está el gobierno mundial (sin connotaciones conspiranoicas), que ahí es donde está el verdadero conocimiento que se va entregando según diferentes necesidades y disposiciones vitales del mundo en su momento, el que sea. Esta es otra historia y tengo mis discrepancias. Pienso más en temas imaginales a ese nivel y aquí me metería en otra historia.
Simplemente por el hecho de ser humanos y tener una naturaleza espiritual o de ser naturaleza espiritual, eso aflora en nosotros si tenemos anhelo espiritual y recorremos la Vía.
Sí creo que hay personas que en cierto modo ya tienen esa predisposición al nacer o que vienen, digamos, con esa predisposición. No quiero decir misión, porque ya sabéis que aquí esto de las misiones de vida de cada uno me parece un absurdo.
Pero sí que es cierto que hay personas que son justas, como se suele decir en el cristianismo, que nacen ya con eso y que lo dan al mundo o que tienen una iluminación repentina, como puede ser por ejemplo el caso de un Ramana Maharshi, donde no necesitan un método o una doctrina espiritual para poder realizarse, sino que esto les viene dado. Estos son los llamados afrad en el sufismo, que son los maestros sin maestro que ya vienen con eso.
Veamos ahora la analogía que he mencionado antes.
La Tradición es como un árbol cuyas raíces están en el Cielo y no en el suelo, porque está enraizado al Espíritu.
Su tronco es la Sabiduría, el conjunto de teofanías, es decir, de manifestaciones divinas que cobran forma en el mundo manifestado. En cierto modo, si todo es teofanía, si todo es manifestación divina, todo es Sabiduría, solo que depende del nivel de despertar, la dimensión del ser de cada individuo, el cómo percibe esta realidad o si la percibe de forma directa.
Siguiendo con esta alegoría, las ramas, frutos y hojas del árbol, del Árbol de la Tradición, son las religiones, filosofías y todavía espiritual que esté enramada al tronco de la sabiduría.
Es decir, las raíces del tronco de la tradición, o sea, del árbol de la tradición, son el mismo espíritu, son Dios, su tronco es la sabiduría y de ahí surgen las ramas, frutos y hojas, que son religiones, filosofías y todavía espiritual que estén ramada el tronco de la sabiduría.
Aquellas enseñanzas que se mantienen enlazadas a la Tradición, es decir, que siguen nutriéndose del Espíritu y no se desconectan de él, son enseñanzas genuinas, aun con sus errores humanos. Esto no hay que olvidarlo, que el error siempre está implícito de una forma u otra, aunque históricamente muchos se atribuyan un conocimiento perfecto y directo, etc.
Quienes vehiculizan la Sabiduría son los Iniciados, Maestros, eslabones de la cadena iniciática y lo que podemos llamar incluso jerarquía espiritual, que también se ha entendido de esa manera.
Esto no tiene relación con la de jerarquía dentro de la forma tradicional a la que se pertenezca, es algo interno. Incluso muchas veces los maestros se llevan el rechazo de la parte más exotérica, que es la más grande, digamos, en cantidad en cada tradición espiritual. No hay que confundir una cosa con la otra.
Vemos aquí que es una cuestión transtemporal, transespacial, es decir, va más allá de todo los tiempos.
En el libro Resumen de Metafísica Integral de Frithjof Schuon, en un capítulo titulado «La creación como cualidad divina», comenta que él utiliza mucho el término esoterismo y metafísica, que es la Tradición de la que estamos hablando. El maestro espiritual dice que
«La palabra esoterismo sugiere en primer lugar una idea de complementariedad, de mitad si se quiere. El esoterismo es el complemento del exoterismo, el espíritu que completa la letra.
Allí donde se encuentra una verdad de revelación, luego formal y teológica, allí debe encontrarse igualmente una verdad de intelección, luego aformal y metafísica, no legalista y obligatoria, sino propia de la naturaleza de las cosas, y vocacional, puesto que no todo hombre capta esta naturaleza.
Pero en el fondo, esa segunda verdad existe independientemente de la primera, luego no es en su realidad intrínseca un complemento, ni una mitad, sólo lo es extrínsecamente y en cierto modo accidentalmente.
Es decir, la palabra esoterismo no sólo designa la verdad total en el aspecto de que se inserta coloreándose en un sistema de verdad parcial, sino que también designa la verdad total en sí, que es incolora.
Este distingo no es un lujo teórico. Implica, por el contrario, consecuencias de lo más importantes.
En efecto, el esoterismo en sí es la metafísica a secas, a la que necesariamente se une un método de realización apropiado.
El esoterismo de determinada religión, de determinado exoterismo, precisamente se adapta, por el contrario, a esa religión y entra con ello en rodeos teológicos, psicológicos y legalistas, ajenos a su naturaleza, aunque conservando en su centro secreto su carácter auténtico y pleno, sin lo cual no sería lo que es.»
Como vemos, no es que que se haya generado una tradición en concreto que sea como un núcleo por sí solo y que a partir de ahí se accede al Espíritu, sino que es al revés, es un afloramiento que, por diferentes motivos, y cada tradición digamos que tendrá los suyos, o por diferentes circunstancias y necesidades de un tiempo determinado en un lugar determinado, aflora ese conocimiento, toma una forma concreta, pero el esoterismo no es la forma en sí lo que es el esoterismo. La forma no es un fin en sí mismo, no es el núcleo de las cosas. Eso es el prisma, una rama, un color de aquello que no tiene color, que es la Luz sin más, que es incolora, es el tronco.
Es el tronco, y ese tronco va nutriendo a esa rama y entonces hay una adaptación de esa luz a ese color y a esa forma hay una adaptación para que pueda ser entendible.
Siempre hemos hablado de la imaginación creadora, que no es únicamente un tema de imágenes, ni mucho menos, ni de simbolismos, sino que es la formalización de aquello que no tiene forma, que no es otra cosa que el Espíritu.
Entonces se toma forma y se representa de multitud de maneras para que pueda ser accesible para aquellas personas que tienen anhelo espiritual.
Entonces, cuando hablamos de esoterismo auténtico, cuando hablamos del esoterismo, siendo la no forma, se «sirve» de las formas que tiene a su alcance. Me refiero, por ejemplo, a un maestro, que se sirve de las formas que tiene a su alcance para poder explicar aquello que no se puede explicar de otra manera.
Por eso, por ejemplo, el simbolismo es tan importante en todas las tradiciones espirituales, igual que el ritual, igual que la práctica, igual que el mito, igual que otras formas que representan o los conceptos mismos con los que se trabajan. Son parte importante para poder dar a entender la Realidad.
La Tradición no tiene una forma determinada, no puede ser una entrega de una serie de individuos que darían unos conceptos determinados, unas cuantas verdades esenciales y ya está.
Estamos hablando de algo que realmente es más complejo, de algo que trasciende al mismo ser humano, aunque participamos y somos también eso. Nos trasciende porque es el puro espíritu, el puro tao, el puro conocimiento, lo metafísico, algo que trasciende las barreras de los tiempos, de los lugares, las barreras de las formas.
Las formas están henchidas, las formas verdaderas, tradicionales, en los símbolos están plenas de Espíritu y por eso tienen ese brillo y son puente también, y son presencia a su vez de esa realidad espiritual subyacente.
Entonces la Tradición nos está diciendo que es un conocimiento trascendente y las formas nos sirven para acceder a él. Y no es que la forma en sí misma ya sea el único conocimiento o una única manera para llegar a eso.
Por diferentes razones uno es más afín, uno entra mejor en la espiritualidad, vamos a decirlo de esta manera, al conocimiento a través de una forma determinada, por las razones que sean, Simplemente es eso, que es por la particularidad. eso hay que tenerlo en cuenta, hay que ser humilde con eso, porque si no entonces entramos en conflicto con los demás.
Uno debe tener los ojos bien abiertos y reconocer que aunque no sea para él una tradición espiritual determinada, no significa que tal tradición esté mal, sino que simplemente no es acorde a su propia particularidad.
Y de ahí viene lo que decía Ibn Arabi, lo que he mencionado al principio, que no te sujetes en un solo nudo, no estés únicamente encerrado o creyendo que Dios únicamente se encuentra presencialmente en una tradición determinada, sino que es algo que es tan vasto, tan grande, tan inmenso, tan infinito, que no puede ser acogido únicamente por una tradición o por unas formas.
Hay que entenderlo desde ese punto de vista, ir más a las raíces de donde vienen las tradiciones y no únicamente en sus formas como solemos conocerlas.
Hay otro tema más, ya para terminar. Leeremos la cita de un artículo que se titula Esbozo de la religión perenne, de Patrick Laude, que es un estudioso y también creo que practicante, porque también ha estado muy metido en estas cuestiones o está metido en estas cuestiones.
Patrick Laude es un estudioso, ya os digo, yo creo que también, al menos en parte practicante, experto tanto en Frithjof Schuon y Loius Massignon, que fue un islamólogo muy importante en el siglo 20, y también conoce la obra de Henry Corbin, la obra de Guénon, y la de Simone Weil.
Siempre ha estado trabajando en torno a la Tradición Perenne y también en las interioridades de algunas religiones como el islam y en parte el cristianismo.
Entonces dice lo hay dos posiciones extremas que deben evitarse:
«La primera consiste en tratar la religión perenne como una cristalización conceptual de la quintaesencia de todas las religiones, y ello de un modo puramente mental.
El segundo error consistiría en rechazar los conceptos que articulan esta sabiduría eterna como simples esquemas mentales en nombre de una realización interior.
Ambas actitudes presentan graves peligros, por más que estos peligros sean en cierto sentido divergentes.
El primer obstáculo equivaldría a perder de vista lo que constituye la naturaleza y la función de una doctrina, a saber, su capacidad de indicar la vía hacia la única realidad con mayúsculas, y de proporcionar claves conceptuales para su reconocimiento interior y su realización espiritual.
Aunque los conceptos doctrinales adecuados sean todo lo que deben ser en su propio plano.
Esta adecuación puede dar lugar a una confusión abusiva y errónea entre comprensión mental y asimilación espiritual.
Cuando los conceptos, por muy elevados y profundos que sean, se consideran exclusiva o esencialmente de un modo convencional, mental o planimétrico, su coherencia puramente discursiva y formal tiende a velar su poder de despertar espiritual e intelectual.
Ello puede dar lugar a esclerosis convencional y dogmática y a pasión mental.
A esta solidificación del conocimiento, por retomar la expresión guénoniana, es decir, de Guénon, responde una disolución intelectual en forma del segundo error.
La subestimación de las formulaciones intelectuales e incluso dogmáticas que estas últimas implican equivale a desdeñar los indicadores doctrinales en la vida espiritual.
Y, sin embargo, sin estas orientaciones nocionales no hay criterios objetivos para protegerse de las ilusiones y vagabundeos subjetivos, ni prácticamente ningún medio de transmisión externa.
Los que subestiman las enseñanzas doctrinales y dogmáticas tienen tendencia a hacerlo en nombre de estados de consciencia espirituales y a veces a causa de una conciencia aguda de la estrella esterilidad de un conocimiento puramente mental de la realidad.
No obstante, sería conveniente recordar que los conceptos intelectuales, en la medida en que son profundos y adecuados, son símbolos de las realidades espirituales por derecho propio y por eso mismo, medios potenciales de acceso a ellas.
El exceso inverso, aferrándose a una comprensión literal de la doctrina de un modo que oscurece su luminosa profundidad, sólo puede producir la congelación de la intuición espiritual que paraliza el poder dinámico de movilidad y renovación del espíritu.»
Aludiendo de nuevo a Schuon, él indica que debe haber un discernimiento entre lo ilusorio y lo Real, debe haber un discernimiento, una separación, una visión clara de lo que es una cosa y lo que es la otra.
Y eso ya lo da incluso la estancia, la presencia y también la enseñanza.
Luego el método, es decir, el ubicarse, adaptarse a una práctica. Schuon sugiere la oración.
La oración, práctica tanto oriental como occidental, es esencial en cualquier religión. Ya sea en forma de mantra o como una oración-concentración interior, invocando el Nombre de Dios, el Nombre de la Virgen o del profeta que uno siga, o al dios al que uno tenga fe, también puede ser Shiva, no importa, la cuestión es que es una búsqueda, un encuentro directo con lo divino. Ahí se va dando el conocimiento.
Y luego la práctica de las virtudes, la práctica de la caridad, del amor, que esto también es hacer presente y desplegar la realidad del Espíritu a través de nosotros mismos.
Son tres principios muy interesantes, discernimiento, práctica y luego, de nuevo, práctica, vamos a decir, exterior o práctica de la virtud, práctica de la belleza.
Vemos entonces que no es un tema de concepciones intelectuales, «a ver a dónde llegamos», demasiadas veces a lo rocambolesco, a ver si se alcanzan los secretos más increíbles, haciendo aquello que nos desplaza de lo tradicional y, peor aún, siendo presentistas. Con presentista me refiero a, por ejemplo, acoger una perspectiva psicológica, incluso psiquiátrica, antropológica, filosófica, tal y como está la filosofía hoy en día, me refiero, que no tiene nada de espiritual.
Fijaos incluso que también se dice tradicionalmente, y Schuon lo hace notar, que una cosa es lo que podemos llamar esoterismo relativo y el otro como un esoterismo absoluto.
Cuando se refiere a esoterismo relativo es que sí que se profundiza dentro de las formas de la tradición de pertenencia, en sus diferentes aspectos, pero eso no es esoterismo puro.
Por ejemplo, la simbología es interesante, nos lleva a lugares, nos puede inspirar, es sugerente, también bastante iluminadora, pero no es el núcleo de las cosas. Ser un gran experto en simbología no lleva a nadie a ninguna parte.
De hecho, hay mucho experto en simbología que ni siquiera es practicante espiritual, que lo hace desde el lado, por ejemplo, más académico o como un interés intelectual, sin más.
Cuando nosotros estamos en una tradición, el sentido de trascendencia debe estar siempre presente, porque si no nos quedamos únicamente en el medio, nos quedamos en la barca y no cruzamos a la otra orilla.